Cuando colaboramos y tratamos de ayudar económicamente a organizaciones no gubernamentales, no sabemos en la mayoría de los casos como esa ayuda se transforma en algo concreto y de qué forma llega a los últimos destinatarios, que normalmente son las personas que habitan en las zonas más inaccesibles y empobrecidas de estos países, donde las comunicaciones, la educación, la sanidad y la alimentación son términos que desconocen.
Durante 8 días he tenido la fortuna de poder vivir en primera persona como se gestiona y llegan esas ayudas a quien realmente más lo necesita…
He visto a cientos de mujeres y niños recorrer diariamente sendas y caminos kilométricos llenos de polvo o barro con su pesada carga sobre la cabeza, para poder llegar a su destino y poder tener acceso a la escuela, al agua o a su sustento de vida.
He visto iglesias (por llamar de alguna manera a cuatro paredes en mitad de una aldea) repletas de gente cantando y bailando durante horas con mas devoción que cualquier sacerdote de mi barrio.
He conocido y he viajado con taxistas que han arreglado las averías de nuestro coche con la misma destreza y habilidad que los mecánicos de Ferrari. He visto minas de oro clandestinas e ilegales siendo explotadas por gente que necesitan comer y vestir.
He visto en la calle gente muy bien arreglada y vestida de domingo, lucir sus vestidos y trajes con una elegancia que nunca pensé encontrar aquí. He visto un país que vive de día y de noche en las cunetas de las calles y carreteras de arena rojiza y polvo.
He visto conjugar a la perfección la belleza, la pobreza y la felicidad en cada rincón de cada pueblo
He visto infinidad de mujeres que ganarían cualquier concurso de belleza, arrastrarse por carreteras llenas de polvo con decenas de kilos de peso sobre sus cabezas, llevando la carga con espectacular destreza; y he visto a hombres con la cara desencajada por el esfuerzo descomunal de su particular día a día.
He visto cantidades innumerables de niños descalzos por la calle, jugando con neumáticos medio quemados, o al al ping-pong con unos cartones o dándole patadas a un balón con el mismo entusiasmo y alegría con el que lo hacen nuestros hijos el día de Reyes.
He charlado con hombres que desean y anhelan un país mejor, un futuro prometedor e ilusionante y que se preguntan y cuestionan infinidad de cosas.
Pero sobretodo, en todos estos casos he visto siempre una sonrisa, una cara amiga, unas ganas enormes de vivir y a pesar de todo, he visto un gran país.
El haber podido trabajar y convivir codo con codo durante estos días con los trabajadores locales y miembros de esta ONG, me ha permitido conocer en profundidad el último eslabón de una cadena cuyo fin es tan sencillo como llevar la ayuda a quien la necesita.
Por ello quiero aprovechar estas líneas para hacer un llamamiento a todas las conciencias que dudan o que alguna vez hemos dudado sobre la eficacia o productividad del dinero de nuestras ayudas. Si de algo me siento aliviado rodeado de tanta pobreza es de saber que hay organizaciones que están haciendo bien las cosas con el dinero que les llega independientemente de su cuantía… y hoy le he visto la cara a esa ayuda.
PACO.-
Reflexión:
ResponderEliminarToda esta gente con tan poco siempre tendrá mas que muchos puesto que han aprendio a vivir sin nada y por eso saben valorar lo realmemte importante de la vida.
Comparemos sus quejas con las nuestras e intenta ponerte en su situación (¿alguien lo ha había hecho antes?), date un minuto y saca tus propias conclusiones,no desperdicies este momento para aprender de las lecciones que nos dan estas persones sin ser maestros pero con cátedra en la vida.
Por tanto, lloremos con verdaderos motivos
alzemos la voz ante la injusticia, antes de lamentarnos recordemos a esta gente y no olvidemos JAMÁS que existen millones de personas que su meta diaria es sobrevivir.